EL MOCHUELO

Pues, señor, ya sabéis que los cazadores llevan fama de embusteros; un día estaba un cazador en un gran corro de gente contando muchas cosas raras que en la caza le habían sucedido, y , entre otras cosas, contó que una vez, estando en la cocina de una casa de campo, vio por la ventana una banda de perdices; va corriendo a coger la escopeta, que la tenía cargada en una sala en un rincón; vuelve a la cocina; apunta, sin mirar ni nada, por la chimenea, dispara y enseguida empiezan a caer perdices al hogar.

-¡Qué manera de caer perdices! –decía. – ¿Cuántas perdices creen ustedes que cayeron?

Unos decían ¡cinco! Otros ¡ocho! Otros se atrevieron a decir ¡veinte! Y él dijo ¡noventa y ocho!

Todos se quedaron tan asombrados que ni aun se atrevieron a reírse; y el cazador, observando la estupefacción en que quedaron sus oyentes, dijo para corroborar su cuento:

-Aquí está mi criado que lo vio y no me dejará mentir. ¡Fulano! ¿No es verdad que el día que tiré por la chimenea cayeron noventa y ocho perdices?

-Y un mochuelo, -dijo el criado.

-Ya ven ustedes. Y el mochuelo no lo vi yo.

Y el criado, que se conoce que se picó por si le tendrían a él por embustero, dice:

-Tampoco yo vi las perdices.

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